Cierro los ojos y no duermo,
abro los ojos y no me importa estar despierto,
cada paso hacia adelante en el tiempo
es hundirse un poco más en el cemento.
La ilusión que me guía
se erosiona
cada vez que mi arnés
roza la montaña.
Cruzar el umbral de la puerta
es una tarea tan ardua
que me siento incapaz.
La pesadilla en la que corro
pero me es imposible avanzar
toma forma en un infierno terrenal
que ni el más santo es capaz de apagar.
Ahora sumo a mi habitación en la oscuridad
donde ya no cabe una oportunidad
siquiera de despertar.
Ahora canto el llanto amargo de la desilusión.
Yo traté de contar ovejas, pero se atropellaban las una a las otras y era imposible.
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