martes, 2 de marzo de 2021

Vienen a por mí

 

El grillo que custodia mi balcón queda afónico tras su canto continuo. El silencio absoluto me deja sobre aviso, ya está aquí. Ya han venido a por mí. El viento ha muerto y la poca luz de la luna llena que barniza mi ventana ha quedado al borde de la extinción. Tengo que darme prisa si quiero volver a escapar.

Saco del florero con agua uno de los dos ramos de crisantemos. Los mismo ramos que mi ignorancia me hizo tomar prestados del camposanto. Lo apoyo contra la puerta de mi habitación y cruzo los dedos para que, su capacidad para bloquear aquello que ya no respira, me regale unos minutos extra que me otorguen la oportunidad de llenar mis pulmones con el nuevo día. Sin embargo, mi esperanza se evapora al segundo siguiente pues, acompañado del leve crepitar de una hoguera, empieza a secarse por los pétalos a la velocidad de las sombras.

Ahí me doy cuenta de que los párpados quieren rendirse, mis hombros se hunden y mis rodillas buscan tierra. «Ahora no puedes dejarte llevar, queda poco para ganarte otro día», me animo. Nunca se me habían dado bien las arengas y, por ello, mi cuerpo se resiente en este momento. No se logra espabilar.

Vuelvo a mirar hacia la puerta. El primer ramo está más cerca de ser polvo que aroma. Corro a por el otro, el último. Lo prendo con el florero con la vana ilusión de que el agua lo mantenga durante más tiempo. No obstante, las flores empiezan a marchitarse antes de llegar al suelo. El reloj corre demasiado lento.

Me apresuro a la cómoda y cojo el marco que contiene una de mis fotos familiares. Se está modificando. La imagen de la persona que posaba entre mis padres y detrás de mi hermana pequeña se difuminaba. Soy una figura traslúcida dejando su hueco al paisaje que se pinta en el fondo. Una lágrima se me escapa en un riachuelo que que moja el cristal. Pronto no seré más que olvido, uno más de los que nunca existieron.

De repente, la esperanza se disfraza de un rayo de luz rebotando en el brillo de la fotografía. El sol trepa por el horizonte y despliega sus tonos anaranjados. Mi corazón desata su redoble contra mi pecho. Mi sueño ha desaparecido por completo. Miro hacia el tocador y mi ánimo acaba cayendo al fondo del pozo.

El día ha llegado demasiado tarde, ya no me reflejo en los espejos.

Lo de Carmen no me mola

 Es posible que en las últimas semanas hayas estado de viaje con el móvil en modo avión (lo recomiendo). Quizá seas una persona huraña que a...