Entre las nubes de mi desierto
reaparece Billy El Niño
con el grito cargado.
En el abrevadero,
su rocín descansa a la sombra
de los chistes de la vergüenza.
Él permanece en un plano alejado
y, mientras sus fotografías se difuminan
en un asfixiante humo gris,
la rabia revienta el espejo.
Al quebrarse, éste se multiplica,
despliego la bandera blanca,
retiro mis tropas.
Tras el portazo, la misma pregunta de siempre
sacude mi razonamiento:
¿Qué se refleja
si enfrentas dos espejos?
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