Llueve,
pero nadie admira el suelo empapado.
Las gotas mueren contra el cristal,
pasos que se quedan en el umbral,
cada una, obra de arte.
Ella, con la frente fija en una pintura,
yo, con la mente fija en su cintura.
Llueve,
pero nadie admira el suelo empapado.
Paraguas abiertos al cielo,
personas cerradas por miedo,
mosaicos perdidos en el tiempo.
Miradas en los tejados,
cientos de papeles mojados,
miles de sueños atormentados,
sociedad de gritos ahogados.
Su cuerpo en mi piel recordado,
mi sentido a sus brazos atado.
Llueve,
pero nadie admira el suelo empapado.
Pequeñas historias cayendo,
citas antes de tiempo,
besos, de dolor sufriendo.
Gatos callejeros huyendo,
ramas al peso cediendo,
abrazos, de frío permaneciendo.
Llueve,
pero nadie admira el suelo empapado.
Ríos fuera de zona,
el viento meciendo las hojas,
bares vacíos de copas.
Una vieja cama rota,
cuentos sobre tu boca,
caricias bajo la ropa.
Llueve,
pero nadie admira el suelo empapado.
Cierro los ojos
y todo lo veo,
para cuando los abra
ya estaré ciego.
Segundo premio en el concurso de literatura joven de El Campello en 2018
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